La Cenicienta se dirigía a la fiesta del palacio. Estaba nerviosa. El carruaje era elegantísimo y los seis caballos no podían ser más finos. Su vestido de seda hacía juego con su collar de perlas y con el anillo de brillantes. Recordaba que a las doce de la noche volvería a su estado original: una simple calabaza, seis insignificantes ratones y monton de harapos. Pensativa contempló su tesoro hasta que una sonrisa maliciosa surgío de sus labios: de prisa -ordenó al cochero- vamos al Monte de Piedad.
Jesus Galera Lamadrid
2 comentarios:
Chale...pero ¿te olvidaste de la fila prendaria?...Darán las 2400 y seguiría formada..eso si abren.
Jajaja, que buen rollo!!!
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