Lo malo de querer a la gente, es que se muere.
Mike Contreras.
Mike Contreras.
El 31 de marzo del 2008, colgó sus pantuflitas una viejita a la quise mucho; Doña Mary. De ella recuerdo este momento: estaba en su casa, de visita, sentado en su sala de estar, mientras ella movía algunos trastes en la cocina, seguramente buscando alguno para reclamar su próximo bocado, entre que me preguntaba por mi familia y me regañaba por alguna tontería, escuche el siguiente grito: ¡Ahaa, mira lo que te hice¡ ¡Te rompiste¡. Desconcertado me acerque para ver que pasaba y ver el motivo de aquella exclamación: resulta que en el traqueteo de los cacharros Doña Mary había roto por accidente una ollita de barro, y solo esto había bastado para que en su rostro se dibujara una mueca de desencajo. -Recuerdan aquella frase referente a un sentimiento infantil del amor por las canicas en los niños- pues algo así supuse que pasaba por aquel corazoncito de cabecita blanca.
Sin saber que hacer ignore el hecho y regrese a la sala, (Mi franca incompetencia de reconfortar a las personas, lo ratifica el hecho de que nunca he podido dar un pésame, mas fácil encabronarme también, antes que alentar una posición baja) Doña Mary se olvido de su bocado, así de serio el asunto, y me acompaño a la sala, la charla transcurrió de un modo aparentemente normal, y digo aparentemente porque había en esa salita una doble charla, una mental y otra verbal. En la mental que no escuche pero si vi, Doña Mary no podía disimular el franco encono por la mentada olla, y yo no dejaba de preguntarme donde estaba lo importante del asunto en una vasija rota; hoy entiendo que la respuesta esta en la capacidad atrofiada de amar de nuestros días, en que nuestra sociedad en conjunto se esta haciendo vieja y que aquella viejecita pertenecía a una sociedad mas infantil, donde los mayores como los niños podían mantener esa capacidad de crear una relación con las cosas triviales y sencillas, como una olla, unos zapatos, una silla, unas canicas o la cobijita favorita; cosas que hoy a la mayoría nos parecen vanas pues hoy todo es desechable. Asi recuerdo también a un Don Macario quien me hacia el jardín y que alguna vez me hablo muy bonito sobre como tratar el zacate, y el orgullo de trabajar la tierra, lamento no haber registrado en mi memoria mas detalles de esa charla, por lo pronto doy gracias a la suerte que me haya permitido conocer a Doña Mary y también a la ollita rota por aquel momento de lucidez.
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