martes, 12 de febrero de 2008

En esta esquina

Entre los recuerdos de mi niñez tengo el de mi padre como un ferviente aficionado a la lucha libre y al boxeo, recuerdo que regularmente me llevaba a una o dos funciones de la temporada de luchas que llegaba a Tampico, ¡Hasta la revistilla se compraba! “Box y lucha”; el boxeo lo acostumbraba ver por la televisión ya que difícilmente llegaba alguna buena contienda por aquellos lares, aun así no eran las mas de las veces encontrárselo sentado viendo alguna pelea, no con tanta regularidad como en el caso de las luchas, con las que cumplidamente se citaba cada sábado al son de unas cervezas y cacahuates para pelar. Con todo y esto creo tener en mi memoria más imágenes de verlo sentado viendo alguna pelea de box que cualquier otra cosa incluyendo las luchas; esto tiene que ver supongo, con un cuento que siempre rezaba mi viejo, en el que contaba la historia de cuando él, en su juventud, había sido boxeador, este cuento se volvió parte del ritual y tradición de esas sesiones de box televisivo, y no paso mucho tiempo antes de que mi hermana Zayda y yo hiciéramos un poco de mofa, sobre la tradicional y repeticonocida historia que ya nos conocíamos de memoria, cosa que en absoluto desalentaba a nuestro púgil narrador, pues a pesar de nuestra burlona costumbre de lanzar alguna ironía respecto a lo choteado de la historia, él siempre seguía con el relato:

—Flaco, yo de joven fui boxeador — Empezaba, siempre con el mismo orgullo y sobriedad, con esa pose erudita sobre el tema de los moquetazos, y más aún como esperando sorpresa y atención de nuestra parte, cosa que yo siempre le ofrecí, (Aun cuando fuese cómplice o autor de algún comentario burlón e irónico previo.) Siempre, enseguida, presto me acomodaba para escuchar el cansado discurso, incluso de vez en cuando hasta le hacía alguna pregunta a fin de adular su erudición, siempre con la mejor intención de hacer sentir bien al viejo o de no hacerlo sentir tan mal aun cuando lo segundo, creo ahora, que era mas un problema mío que de él.

Algunas veces, aun me cuestiono si en verdad era que bajo los influjos del alcohol, a mi padre simplemente se le olvidaba lo choteadísimo de la historia, o si tal vez imaginaba que se nos habría olvidado un poco y necesitaba un pequeño refuerzo o tal vez que si la relataba nuevamente pudiera ser que en esa ocasión se nos ocurriera realizar la pregunta correcta con la cual el pasaría a contar la verdadera e importante parte de la historia, nunca contada hasta el momento.

Quien sabrá nunca cual era la razón y respuesta de esta atípica situación, mi padre no es de los que den ese tipo de explicaciones, igual y nunca lo sabré, hace algún tiempo que deje la casa y ya no escucho mas la historia de cuando mi padre fue boxeador y ni porque nos la contaba a pesar de nuestras burlas. Cuando pienso en ello me imagino que en algún momento mi padre dejó de contarnos la historia a nosotros y continúo contándosela para sí… para el mismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que pedo mike, muy bueno tu blog, felicidades caon